19 de mayo de 2016

La Legión de Cristo ordenará cerca de 40 nuevos diáconos para la Iglesia durante 2016

Los padres legionarios Benjamin Errington (Reino Unido), Carlos Zanatta (México), Esteban Rodríguez (Argentina), Juan Andrés Lander (Venezuela), Lucio Boccacci (Argentina) y Michael O’Connor (Estados Unidos) se ordenaron diáconos el pasado sábado 14 de mayo en Roma. No son los primeros de este año, ha habido otras ordenaciones en Gozano (Italia), Alemania, Francia y Estados Unidos, y todavía faltan en Chile, México, Brasil y una segunda ordenación en Estados Unidos. Los nuevos diáconos que la Legión de Cristo ofrece a la Iglesia, como señalaba en la ordenación de este sábado monseñor Josef Clemens, Secretario del Pontificio Consejo para los Laicos, están llamados a “Iluminar con decisión las obras de misericordia y, al mismo tiempo, ser humildes operadores en su realización”.


En Roma, antes de iniciar la ceremonia, el H. Esteban Rodríguez dijo: “Al término de estos 12 años de recorrido hasta este día quisiera agradecer de modo muy particular a Dios nuestro Señor por el don tan grande y tan inmerecido de mi vocación; en segundo lugar a mi familia, por la generosidad con la que han donado a su hijo a Dios y a la Iglesia, especialmente a mis padres”.

En la homilía, Mons. Clemens usó la imagen del cuadro “las obras de misericordia corporales” del pintor italiano Caravaggio para resaltar que: “Podemos encontrar, en esta representación artística, un fuerte mensaje dirigido a ustedes que serán ordenados diáconos en este particular Año de la Misericordia. Ser decididos faros de misericordia y, al mismo tiempo, humildes operadores en su realización”, dijo.

También comentó que “la actitud de misericordia no es una exigencia teórica o abstracta, sino que se realiza de modo concreto y directo. Dios mismo vino al mundo en Jesucristo y apareció en su bondad y amor hacia todos los hombres. El documento de la Comisión Teológica Internacional (2003) presenta al diácono como el “icona vivens Christi servi in Ecclesia”, es decir, el icono viviente de Cristo-Siervo en la Iglesia. Según esta visión, el diácono está llamado a reflejar, a hacer visible y a vivificar la diaconía de Cristo en el tiempo de la Iglesia. En este sentido está encendida la antorcha del diácono de Caravaggio a la llama del amor de Cristo, que es conjuntamente el Kyrios y el diákonos de todos nosotros”.

Y finalmente dijo: “Pidamos en esta celebración que la Mater Misericordiae proteja y acompañe a nuestros nuevos diáconos en la obra de la “Diaconia misericordiae”. Y no olvidemos que esta diaconía de la misericordia debe permanecer una dimensión esencial y constante también después del final del año jubilar y también después de vuestra ordenación sacerdotal. Mater Misericordiae, ora pro nobis. Amén”.

A continuación, puedes leer la homilía completa que monseñor Josef Clemens pronunció en la Misa de ordenaciones y contemplar el cuadro al que hace referencia en sus palabras.


“El diácono recuerda e ilumina las obras de misericordia”

Querido P. Eduardo, queridos candidatos al diaconado, queridos parientes y amigos de los ordenandos, queridos hermanos en el ministerio sacerdotal y diaconal, queridos hermanos y hermanas en Cristo.


El verdadero y auténtico arte, de modo particular el arte pictórico, es capaz de sintetizar y hacer ver el aspecto más sobresaliente de un sujeto amplio y complejo. El verdadero arte es capaz de concentrar múltiples elementos de una realidad en un punto crucial y, de ese modo, dirigir al observador un mensaje claro. Mientras preparaba la homilía para esta ordenación diaconal me vino a la mente el célebre cuadro de las siete obras de misericordia del genial pintor Caravaggio. Vi que en la portada de los folletos de la ordenación está una de las pinturas más famosas de este artista [La vocación de Mateo, ndr]

Caravaggio fue el puente entre el manierismo y el primer barroco italiano. Representó, al inicio del seicento, las siete obras de misericordia corporales, en modo alegórico y no convencional, en una lienzo de grandes dimensiones que se encuentra todavía hoy en Nápoles, cerca de la Catedral de San Genaro, en el Pío Monte de la Misericordia.

La primera intuición artística del cuadro, auspiciado por una confraternidad laical del Pío Monte, una institución caritativa de la nobleza partenopea, y realizado con la técnica del claro-oscuro, consiste en el hecho de que Caravaggio situó las obras de misericordia en un típico callejón popular de los barrios españoles en Nápoles de noche y las representó en modo casi escondido, de manera que exige una atención muy fuerte por parte del observador.

El espectador se debe esforzar para descubrir e identificar las obras singulares que se realizan en la vida cotidiana de hombres ordinarios. Se trata de un cuadro complejo y misterioso al mismo tiempo. Fue pintado por un hombre que no podía esperar más en la misericordia y al cual, poco a poco, le fue quedando claro que su vida futura habría de ser, a causa de una condena por homicidio, una huida ante la muerte. A primera vista parece que las simples figuras de este cuadro están desconectadas entre sí, como puestas una junto a la otra con la finalidad de llenar el espacio del cuadro.

Caravaggio, en cambio, a través de múltiples juegos de la luz, logra crear un movimiento increíble y dramático en el ejercicio de las obras de misericordia. Mientras más se acerca uno al cuadro más figuras emergen de la oscuridad, figuras cuyo rol no es claramente identificable a primera vista.

Una mujer (Pero) nutre a su padre anciano (Cimón) que asoma la cabeza a través de los barrotes de una cárcel, y así realiza dos obras: “Dar de comer al hambriento y visita a los presos”. El padre, condenado a muerte, es después salvado por los magistrados, que hicieron edificar en el mismo lugar, aquí en Roma, un templo dedicado a la diosa “Piedad”, donde está ubicada hoy la Basílica de San Nicola in Carcere.

Detrás del muro de la cárcel un difunto, al cual sólo se le ven los pies, es llevado fuera de la casa por un anciano y acompañado por un eclesiástico vestido con hábito coral, con una antorcha en la mano: “Sepultar a los difuntos”. A la izquierda, un joven caballero con un sombrero emplumado, san Martín de Tours, divide una capa y la comparte con un mendigo que se ve de espaldas: “Vestir al desnudo”. Al mismo tiempo, dirige la mirada hacia un hombre discapacitado con las manos juntas que está abajo en el ángulo izquierdo: “Visitar a los enfermos”.

También se ve a un hombre delgado, con barba roja y un bastón de peregrino y que lleva un sombrero con la concha, Santiago de Compostela, que es invitado por un huésped a entrar en un hostal que está a su disposición: “Dar posada al peregrino”. En el extremo izquierdo del cuadro y al fondo, un hombre fuerte, Sansón, sacia su sed con la quijada de un asno: “Dar de beber al sediento”. Se recurre a diversas alusiones a personajes del Antiguo Testamento, de la historia de la Iglesia y de la mitología grecorromana como ejemplos para las obras de misericordia, siempre actuales, y mencionadas por el Señor mismo en el Juicio Universal.

Salta a la vista el mensaje general de la pintura de Caravaggio. Las obras de misericordia son, en realidad, comportamientos bastante simples que se pueden practicar en la vida ordinaria. ¡Su necesidad no se acaba nunca, permanecen siempre actuales! ¡Todas las clases, todos los estados sociales, hombres y mujeres de diversa edad pueden y deben ser misericordiosos! Son así de ordinarias que se pueden unir dos obras en una única acción. Uno puede ayudar aquí, el otro puede ayudar allá, en modo discreto y casi inobservable. Estas acciones no son obras extraordinarias que están a la vista de las personas públicas, sino que son obras humanas que se pueden hacer espontáneamente y también improvisando, con un poco de fantasía creativa.

Naturalmente en todos ustedes, en los ordenandos y en la comunidad aquí presente, habrá crecido la pregunta: ¿Por qué me vino a la mente precisamente este cuadro de Caravaggio en ocasión de esta ordenación diaconal? El motivo es que, casi en el centro geométrico del cuadro, se encuentra una antorcha (la única fuente de luz visible), sostenida en alto por un clérigo que, con frecuencia, es identificado como un diácono. Esto quiere decir que el diácono (por excelencia) tiene en alto la llama de la misericordia. A primera vista podría parecer que su tarea consiste sólo en dar luz a la procesión nocturna de quienes llevan al difunto hacia su sepultura, pero esto es muy poco. Es muy poco porque no justifica la posición tan central y elevada de la antorcha y de esta persona (fuertemente iluminada) que la sostiene convencida y decididamente en su mano. Creo que de esta manera se puntualizan al menos dos servicios fundamentales de carácter diaconal: El diácono recuerda e ilumina las obras de misericordia. Él mismo contribuye a su realización participando, en el caso de este cuadro, a la obra menos gratificante, la de sepultar a los difuntos. Pero al mismo tiempo ilumina (en sentido verbal) sus urgentes e innumerables necesidades.

Así podemos encontrar, en esta representación artística, un fuerte mensaje dirigido a ustedes que serán ordenados diáconos en este particular Año de la Misericordia. Iluminar con decisión las obras de misericordia y, al mismo tiempo, ser humildes operadores en su realización. En este sentido el servicio diaconal se encuentra en el confín de las obras espirituales y corporales, porque el diácono de Caravaggio realiza las dos dimensiones: Recuerda la acción de la mente y de la mano.

El papa Francisco evidencia frecuentemente las siete obras espirituales, que igualmente se pueden ejercitar de modo ordinario y no espectacular: Dar consejo al que lo necesita, enseñar a los ignorantes, corregir al que se equivoca, consolar a los afligidos, perdonar al que ofende, soportar pacientemente a las personas molestas, rezar a Dios por los vivos y por los muertos. Podemos constatar con satisfacción que el diácono, en el cuadro de Caravaggio, cumple conjuntamente tres de las 14 obras de misericordia: ayuda a sepultar un muerto, ora por él y enseña a quien no sabe, respectivamente enseña a quien no ve la obligación urgente de las obras de misericordia.

Queridos hermanos, la actitud de misericordia no es una exigencia teórica o abstracta, sino que se realiza de modo concreto y directo. Dios mismo vino al mundo en Jesucristo y apareció en su bondad y amor hacia todos los hombres. El documento de la Comisión Teológica Internacional (2003) presenta al diácono como el “icona vivens Christi servi in Ecclesia”, es decir, el icono viviente de Cristo-Siervo en la Iglesia. Según esta visión, el diácono está llamado a reflejar, a hacer visible y a vivificar la diaconía de Cristo en el tiempo de la Iglesia. En este sentido está encendida la antorcha del diácono de Caravaggio a la llama del amor de Cristo, que es conjuntamente el Kýrios y el diákonos de todos nosotros.

Por encima de esta obra compleja de las siete obras de misericordia encontramos a dos ángeles que acompañan a la Virgen con el niño, la “Madre de la Misericordia”. Pidamos en esta celebración que la Mater Misericordiae proteja y acompañe a nuestros nuevos diáconos en la obra de la “Diaconia misericordiae”. Y no olvidemos que esta diaconía de la misericordia debe permanecer una dimensión esencial y constante también después del final del año jubilar y también después de vuestra ordenación sacerdotal. Mater Misericordiae, ora pro nobis. Amén.

“Antes de la bendición no puede faltar la referencia al papa Benedicto XVI, él envía su bendición y su felicitación a los nuevos diáconos […] Él decía que los nuevos diáconos no olvidarían este nexo con el cuadro de Caravaggio, y para que no lo olvidaran lo imprimí como un recordatorio para los diáconos: por un lado está el diácono con la antorcha, y por el otro lado están las obras de misericordia corporales”, dijo Mons. Clemens al finalizar la celebración eucarística.

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