9 de febrero de 2016

Héctor Bracho, responsable territorial de los laicos consagrados: “Nuestro nuevo estilo de ser exige más madurez”

En vísperas de un viaje a Sudamérica, Héctor Bracho, responsable territorial de los laicos consagrados de España, Italia y Chile, atiende a LomásRC en su casa. Hemos hablado de su vocación de consagrados del Regnum Christi, de su vocación de hombres que, respondiendo a una llamada de Dios, entregan su vida entera al servicio de la Iglesia y viviendo los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia.

Héctor, nos cuenta, se incorporó al Regnum Christi en 1977 porque “encontré algo distinto a lo que conocía: jóvenes de mi edad, muy alegres y respetuosos con la familia”, y a un director espiritual, el P. Blázquez, L.C., que le ayudó a “descubrir los signos que Cristo tenía para mí”. Dos años después decidió dedicarse “a Cristo a tiempo completo” -la forma como se les llamaba al principio de los tiempos-. Héctor conoció entonces a los primeros consagrados que hubo en el Regnum Christi. Entre ellos, algunos jóvenes llamados Florencio Sánchez, Álvaro Corcuera y Eduardo Robles Gil.

Desde entonces acabó su carrera y ha trabajado, entre otros sitios, en Francia e Italia, en Polonia nada más caer el Muro de Berlín, en Chile y España fundando Generación Empresarial, ha sido director de un colegio durante 10 años en México... toda una vida de apóstol.



Héctor, durante algún tiempo, hubo quienes tenían la imagen de que la vocación del consagrado consistía en ser como un acompañante del legionario. ¿Ha cambiado esto desde la Asamblea General de los laicos consagrados?
Quizá eso era así en alguna parte, pero yo no tuve esa experiencia. No eran acompañantes de los legionarios, no eran una especie de hermano perpetuo en prácticas... Es verdad que se han dado casos así, pero no de forma general. Los primeros consagrados, a los que conocí, eran personas con proyección, con capacidad de dar… Eran personas con una vida muy atractiva, y siguen siendo referente de nuestra vocación.


Eres responsable territorial de los laicos consagrados en España, Italia y Chile. ¿Cuáles son tus responsabilidades?
Con el tiempo vamos comprendiendo de qué se trata: fundamentalmente, se trata de atender a las comunidades, y cuando digo las comunidades digo a los consagrados.

En cualquier caso, unas veces es visitar las comunidades y hablar con los consagrados. Otras veces es acompañarles a través del director de la comunidad. Y, en cualquier caso, como responsable territoriale estar asesorando, comprendiendo, proponiendo cambios…



En tu caso, además de las comunidades, tienes que velar y proyectar la misión común…
Efectivamente, no es solo la vida interna, sino también la misión común con nuestra presencia en los comités territoriales, en los que podemos colaborar y participar para que en nuestras obras, vivamos y compartamos nuestra misión evangelizadora como una familia.

Estamos prestando atención a la nueva forma de relación entre las ramas, por un lado, porque somos una única familia con una misión común. Y, junto a eso, la Iglesia nos aconsejó que además cada rama tenga una sana autonomía para las cuestiones internas, 
tomar las riendas de la propia vida como laicos consagrados. 

En cualquier caso la unión se mantiene. Tenemos una misma misión… Somos un mismo cuerpo. Parte de mi trabajo es justamente ver cómo nos entendemos, cómo nos organizamos.

Mencionas un tema importante: la relación y visión que hay de los consagrados en otras ramas…
Ahora hemos reconocido quién es quién, la especificidad de cada uno. Y lo que hemos expresado en nuestras respectivas asambleas, y los legionarios en su Capítulo General, es que no nos vemos separados unos de los otros. Valoramos la riqueza de esa unión, y queremos esa unión. No se entiende la Legión de Cristo si no es en el Regnum Christi, y al revés. Y así con cada una de las ramas: seglares, consagradas, consagrados y legionarios.


Actualmente en España solo estáis en Madrid...
Es verdad. Es una realidad y es responsabilidad de todos: por nuestra parte el estar presentes, que la gente nos conozca; por parte de los directores de sección, por ejemplo, que cuenten con nosotros.

Llegamos a un tema que me parece capital: ¿tiene sentido la vida de un laico consagrado en esta sociedad?
En el fondo todos somos puentes para llevar las personas a Dios. En muchas ocasiones el sacerdote tiene impedimentos para llegar a muchos lugares, porque la gente quiere un laico, un tú a tú. Un laico, que además está consagrado a Dios. Ahí está la gracia de Dios.

Una persona que se entrega a Dios en pobreza, obediencia y castidad es un corazón con el que Dios cuenta. Nosotros tenemos la vida de un laico, dependiendo de la profesión de uno y de sus posibilidades estará haciendo una cosa u otra. No tenemos un compromiso de una familia, lo que nos da una disponibilidad mayor para ir, venir, cambiar sin mayores problemas. De lo que se trata es de vivir y hacer vivir un cristianismo integral allí donde lleguemos.

Y para concluir, ¿nos puedes explicar cómo es un día normal en la vida de una comunidad de consagrados, por ejemplo la de aquí en Madrid?
A decir verdad, todavía estamos en búsqueda de un equilibrio. Los consagrados hemos reaccionado ante una vida religiosa muy comunitaria, propia de los sacerdotes -con los que vivíamos-… Y el riesgo es que nos absorba el apostolado. En un día normal nos levantamos y pasamos por la capilla para hacer las oraciones de la mañana. Después, cada uno sale de casa y se organiza para hacer la oración de la mañana allí donde trabaja. Y normalmente ya no nos vemos hasta la noche.

Cuando vivíamos con los legionarios todo era mucho más regulado: levantarse a tal hora, a tal otra primeras oraciones, a tal otra el desayuno… Es un hábito, y es propio de ellos porque son religiosos. Pero nosotros, por nuestro estilo de vida y nuestra vocación diferente, ahora lo hacemos de otra forma. Cada uno ve si es mejor hacer una hora de oración por la mañana, o media por la mañana y media por la tarde, como hacíamos antes. Y dependiendo de su trabajo apostólico si lo hace después de comer, antes de cenar, a media tarde… como cualquier laico se ajusta a su realidad.

Este estilo de vida exige más madurez, y también se presta a mayores riesgos. Como la vida es muy variada, tenemos que buscar un proyecto comunitario de acuerdo a las características de quienes conformamos como comunidad.

Hay que saber respetar la identidad de cada uno. Se trata de aportar lo que Dios quiere de esta vocación a la familia del Regnum Christi. Cada uno tiene su razón de ser, y cada uno tiene que ser lo que está llamado a ser.



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